Sobre las flores tristes
un pájaro callodo.
Y mil veces el viento
lamiendo como un perro
tus manos.
Dulcemente sola trajinas por la
tarde
con tu canción de ropas.
Mientras quema tu frente
un sol alto,
borbotea la lluvia
de tu cansancio
mojándote el pañuelo.
Madre lavandera
tus manos limpias se quedan
en el silencio del agua,
y atada a su transferencia
se dormirá tu jornada
con su blancura a cuestas.
Autor: Miguel Angel Carreras